Nathania Martínez González
"Por las ventanillas de aluminio"
Observo tu piel de pasa crujiendo en la calentura de la sombra. Llevas puesta la camisilla blanca de siempre, los shores color caqui con huecos en el dobladillo que llegan por encima de tus rodillas, y las chanclas de cuero tejido que culebrean por tus pies. Descubrí que la camisa desabotonada que dejas enganchada en tu silla de comedor la usas solo cuando sacas el carro de la marquesina. La camisilla es como un uniforme que va debajo de la camisa. Espera... no llevas puesta la camisilla, es que se te quedó marcada.
Sentado estas en el banco que compusimos a martillazos con restos de madera. Agachándote sobre el huerto de hojas puntiagudas. Hojas a las que les rebotan relucientes rayos de sol y que cuando las acaricias filtran el aire con un aroma maravillosamente áspero. Apuesto que mañana me mandarán con una tijera sin filo a cultivar dos para sazonar el guiso. Te aseguras de que el pasto se conforme a la frontera que creaste. Impulsas tu machete hasta la raíz de las hierbas malas que se revelan sin timidez desde su existencia oscura. Las arrancas antes de que se descontrolen, pero siempre regresarán. Sé que cuando lo hagan, ahí en ese banquito te sentarás.
Pronto guardarás el machete y el banquito. Siento que la tarde que sin piedad tragó nuestras energías ya logra conseguir la calma. Te acuestas siempre antes de que el sol se rinda. Veré la línea azul que enmarcará tu puerta--la que produce el televisor. No sé qué te entretiene. Solo te veré cuando salgas por un vaso de agua. Me mirarás con ojos avergonzados cuando notes que logré ojear a tu cuerpo desnudo. Descansas en calzoncillos y medias largas. Te ves fuerte. No me he aprendido la fecha en que naciste, pero sé que muchos años tendrás y que muchos te faltarán. Me dicen, que hierba mala nunca muere.
Me cuentan que llenabas el viento con los sonidos de tu aliento. Me han dicho que tocabas el saxofón. Hacías que la música llegara a los oídos de toda la vecindad. Me dijeron que tocaste una que dos veces con el Gran Combo. ¿Será verdad? Un día desde el huerto escuché la música folclórica de tu radio, pero tenía un sonido peculiar. Como si se escuchara en vivo. Por las rendijas de las ventanillas de aluminio te vi. Te perdiste, como si la flauta estuviese cantando tu canto--las cosas de las cuales está hecha tu alma. No supiste que te vi. Como no lo sabes ahora. Por las rendijas de las ventanillas de aluminio voy conociéndote. Pero quisiera saber... ¿Abuelo, quién eras?