Roger Samuel Rodríguez García
"Los siete demonios de Haití"
Parece oportuno recordar un poco la historia de Haití, porque el dolor de este país comenzó antes, mucho antes del terremoto de 2010, cuando llegaron los primeros demonios. El predicador evangelista Pat Robertson, líder del club de los 700, ha declarado que el terremoto que arrasó al pueblo de Haití en 2010 y en el que se calculan cientos de miles de muertos y millones de damnificados, es culpa de los mismos haitianos porque tienen hecho un pacto con el diablo. Este predicador ha sido muy cuestionado por tocar temas polémicos: Llamó a la religión islámica “una secta satánica” y dijo lo siguiente sobre Hugo Chávez: “No sé nada sobre la doctrina del asesinato, pero si (Chávez) cree que vamos a asesinarle, pienso que debemos seguir adelante y hacerlo. Es mucho más económico que empezar una guerra." En su libro “New World Order” afirma que judíos, masones e illuminati conspiran para lograr la dominación mundial”. En enero de 2010, miembros del gobierno norteamericano tacharon de estupidez su afirmación de que el terremoto en Haití fue producto de un pacto que hicieron los haitianos con el diablo. “Ellos se lo buscaron por meterse con los demonios." Tiene razón Pat Robertson. En la historia de Haití, ha habido muchos demonios pero no los que el predicador gringo imagina.
EL PRIMER DEMONIO SE LLAMÓ... ESPAÑA.
A fines del siglo XV, los españoles invadieron América. Los indígenas taínos que poblaban la isla llamada Ayití eran pacíficos. Cristóbal Colón y sus marineros, hambrientos de oro, fueron responsables de las primeras matanzas. La viruela y la sífilis, la espada y los trabajos forzados arrasaron la población de esta pequeña isla del Caribe. A la llegada de los españoles, Haití contaba con una población de 500 mil indígenas. Veinte años más tarde, apenas que daban 30 mil, esclavizados en los lavaderos de oro. Cincuenta años después, no quedaba un solo taíno vivo para contar el horror de aquellos demonios blancos.
EL SEGUNDO DEMONIO SE LLAMÓ... FRANCIA.
A finales del siglo XVII, los franceses expulsaron a los españoles de la mitad occidental de la isla. Y se apropiaron de Haití. Cap Français, la primera capital del país, fue el puerto de llegada de los barcos negreros provenientes de África. Los esclavos y esclavas tenían un promedio de vida útil de cinco años (!) en las plantaciones de azúcar. Morían por miles y eran remplazados por otros. La Francia de la libertad y la igualdad, aceptaba sin asco la más terrible esclavitud en Haití, la rica colonia de ultramar que abastecía de azúcar las mesas europeas. Montesquieu y los “librepensadores” franceses consideraban que los esclavos eran simples animales a su servicio. Esas bestias negras no tienen alma. Pero los esclavos se organiza- ron contra la tiranía francesa. Toussaint Louverture encabezó la rebelión. Su ejército de desarrapados venció al ejército de Napoleón Bonaparte. En 1804, haitianos y haitianas proclamaron la primera independencia de América Latina. Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. No fue Inglaterra ni Estados Unidos, como dicen los libros, sino Haití, el primer país del mundo donde se pro- clamó la libertad de todo ser humano. La bandera de los negros y las negras libres se alzó sobre las ruinas. La tierra haitiana, devastada por el monocultivo del azúcar, deforestada por la explotación de la caoba, arrasada por la guerra, había perdido la tercera parte de su población en los campos de batalla. El demonio llamado Francia nunca perdonó la humillación ni la pérdida de su colonia más rica y mejor explotada.
EL TERCER DEMONIO SE LLAMÓ... EUROPA.
Después de la derrota, Francia bloqueó la isla y ningún país reconoció la independencia de Haití. Las potencias europeas no admitían la existencia de una nación gobernada por antiguos esclavos porque... la libertad de Haití cuestionaba y amenazaba sus propios sistemas esclavistas. A pesar de la soledad internacional, Haití comenzó a gobernarse. Alexandre Pétion presidió la naciente república y distribuyó tierras entre los antiguos esclavos. Pero Europa, la Europa blanca y cristiana, apoyó a Francia en su reclamo de una gigantesca indemnización que la nueva y pequeña república de Haití tendría la obligación de pagar por “daños de guerra." Por el delito de ser libres, (!) Francia exigió 150 millones de francos de oro, equivalen- tes a 21 mil 700 millones de dólares actuales. Haití, estrangulada y abandonada por todos, cayó en manos de gobernantes cómplices de Europa, que destinaban los poquísimos recursos del país para pagar “la deuda francesa."
EL CUARTO DEMONIO SE LLAMÓ... ESTADOS UNIDOS.
Los banqueros norteamericanos prestaron dinero a Haití para hacer ferrocarriles y plantaciones de banano. Los préstamos, que los intereses de usura iban multiplicando, resultaron impagables por una república aislada y empobrecida. En 1915, el presidente norteamericano Woodrow Wilson envió marines a Haití para tomar control del país. La primera medida de los invasores fue ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos. Liquidaron el Banco de la Nación, impusieron trabajos forzados a gran parte de la población y prohibieron la entrada de negros en hoteles y restaurantes. Con el pretexto de “proteger las reservas de oro de Haití”, se las llevaron a las cajas fuertes de Nueva York. Después de 19 años de ocupación, los norteamericanos se retiraron de la isla habiendo cumplido su principal objetivo: cobrar las deudas del City Bank. Entonces, Robert Lansing, secretario de Estado norteamericano, justificó la larga y feroz ocupación militar explicando que la raza negra es incapaz de gobernarse a sí misma, ya que tiene... una tendencia inherente a la vida salvaje y una incapacidad física de civilización. La misión “civilizadora” de los marines concluyó en 1934. Atrás dejaron una temible guardia nacional, entrenada por ellos, para exterminar cualquier posible brote de rebeldía en Haití.
EL QUINTO DEMONIO SE LLAMÓ... FRANÇOIS DUVALIER.
En 1957, apoyado por el ejército de Estados Unidos, asumió la presidencia François Duvalier, un médico asesino que aterrorizó a la población haitiana, mezclando religión y política. Inspirado por las camisas negras del fascismo italiano, Duvalier creó una milicia conocida como los “tonton macoute," responsable de 30 mil asesinatos e incontables atrocidades y torturas. François Duvalier se proclamó “presidente vitalicio." A su muerte, le sucedió su hijo Jean Claude, tan canalla como el padre. En 1986, después de 30 años de una de las dictaduras más sanguinarias de América Latina, una insurrección popular sacó del poder a Jean Claude. Éste se exilió a Francia, cuyo “democrático” gobierno le brindó un asilo dora- do a él y su familia. Ya sin la pesadilla de los Duvalier, se pudieron realizar, por primera vez, elecciones democráticas en Haití.
EL SEXTO DEMONIO SE LLAMÓ... EL VATICANO.
En 1991, Jean Bertrand Aristide, un sacerdote muy popular, surgido de las comunidades de base, se candidateó y ganó la presidencia de Haití. El Papa Juan Pablo II, enemigo acérrimo de la “Teología de la Liberación”, se opuso desde el inicio al compromiso político de Aristide. Aristide, el cura revolucionario, duró pocos meses como presidente de Haití. El gobierno norteamericano, que tampoco simpatizaba con las tímidas reformas sociales de Aristide, ayudó a derribarlo. Entrenado en la Escuela de las Américas, el general Raúl Cedras dio el golpe de estado. Las calles de Puerto Príncipe se llenaron de cadáveres. Cómplice del golpe, el Vaticano reconoció de inmediato el gobierno del nuevo dictador. Las tropas norteamericanas se llevaron a Aristide, lo sometieron a un “tratamiento” para que abandonara sus ideas “extremistas” y, una vez reciclado, lo devolvieron a la presidencia haitiana. Para borrar las huellas de la participación norteamericana y vaticana en la carnicería del general Cedras, los marines se llevaron 160 mil páginas de los archivos secretos de Haití.
EL SÉPTIMO DEMONIO SE LLAMÓ... FONDO MONE- TARIO INTERNACIONAL (F.M.I).
En 1996, René Préval fue elegido presidente de Haití. En realidad, no presidía nada porque desde los tiempos de Duvalier eran el Fondo Monetario y el Banco Mundial quienes controlaban la economía haitiana. Una de las pocas cosas que producía Haití era el arroz, alimento básico de la población. El Fondo Monetario, siguiendo las recetas neoliberales, obligó a Haití a abrirse al “libre mercado” eliminando el apoyo a la producción nacional. Haití obedeció sin rechistar las instrucciones de este organismo usurero. Los campe- sinos cultivadores de arroz, que eran la mayoría, se convirtieron en mendigos o en balseros. Actualmente, Haití compra todo el arroz de Estados Unidos. Arroz ¡transgénico! Haití sufrió un terremoto de más de 7 grados, la peor catástrofe natural de su historia. Cientos de miles de muertos, millones de damnificados, Puerto Príncipe es- tuvo en ruinas, como si hubiera sido bombardeada. Sí, tenía razón el predicador Pat Robertson cuando habló de demonios que causan terremotos. Sólo se equivocó en el rostro de esos demonios. Porque el terremoto de Haití no comenzó el 12 de enero de 2010, sino hace más de 500 años. Haití, la primera nación libre y sin esclavos de América, convertida hoy en el país más pobre del hemisferio occidental. Pobre no. Empobrecido. El país más saqueado por los demonios blancos.
Referencias Bibliográficas: