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Francesca Maetzke

"De las gotas" 

Las gotas caen y se entregan otra vez a la tierra, a las hojas abiertas como palmas hacia el cielo, al alquitrán de las calles, al espejo intacto e inmóvil de los lagos, como ya hicieron millares de veces. Conocen y caminan el mundo desde el arché, y corriendo sobre los rostros y las manos de las personas que hicieron historia, recogieron sus gotas de sudor y vieron surgir y crecer nuestra humanidad. Pero, si el agua que camina y recorre el mundo desde su origen es siempre la misma, no lo es la cantidad de agua dulce disponible y no contaminada, que, en cambio, disminuye cada día. Al mismo tiempo, crece la preocupación por el libre acceso al agua, y sentimos que se acerca una grande guerra para el acaparamiento del recurso. Cuando las gotas dejan de caer, los desiertos se expanden. El fenómeno de la desertificación se desarrolla poco a poco y va comiendo franjas de tierra, desapareciendo los ecosistemas y acabando con la vida. No es un fenómeno natural, es el resultado de la intensa actividad humana. Se pueden necesitar quinientos años para que dos centímetros y medio de suelo se formen, y muy poco tiempo para que se destruya. Hoy una tercera parte de la tierra está afectada por amenazas del fenómeno de la desertificación. Parece que la parte sur de África se esté secando, y las amenazas a la supervivencia de los ecosistemas locales ponen en riesgo la sobrevivencia del equilibrio natural del mundo (Kai, 2009).

El agua fósil no se renueva; el agua de los acuíferos se recarga a distancia de siglos, mientras que la velocidad de consumo es mucho más rápida respeto a la de recarga. Es clara entonces la necesidad de hacer un uso controlado del recurso agua, pero también es necesario identificar las causas estructurales que están detrás de los actuales problemas de cambio climático y desertificación.

La preocupación por el cambio climático empieza a ser patente para todos, en especial para los gobiernos ya que surgen varios pro- gramas que incentivan la reforestación de las zonas donde se ubican nacimientos de agua, y se cuidan las políticas de ordenamiento de las cuencas. Los varios esfuerzos del Estado para la conservación del recurso hídrico. Pero eso no corresponde a una dirección orgánica e integral que involucre los diferentes espacios políticos y administrativos. Al revés, las políticas económicas, el sector minero y petrolero, las políticas étnicas, se dirigen hacia la sobre explotación y conducen hacia el desastre ambiental.

Nos vamos olvidando, tras la transformación social propiciada por el desarrollo y la urbanización de su carácter integral y de su valor como hecho social, y, de pronto, es esta la falla crucial que se encuentra a la base de las incoherencias políticas que ponen en riesgo la sobrevivencia de los ecosistemas y, en consecuencia, del ser humano. Alrededor del recurso, se crea una estructura y una conectividad que son origen de una complejidad organizacional que involucra varios actores: pero esta estructura no tiene en consideración su valor simbólico y cultural, sus significados sociales y la importancia que tiene en calidad de elemento significante; o sea, una entidad que no solo es objeto de atributo sino que también es sujeto que construye espacios sociales y plasma la vida a su alrededor. Hay que considerar la vida entonces por encima de las exigencias económicas, y el agua no puede ser vista como un simple recurso, ni los ríos y los territorios como activos ambientales.

Con el protocolo de Kyoto y la declaración de Rio de Janeiro se logró concertar un camino y una postura clara para responder al cambio climático, y se decidió incentivar políticas para la conservación ambiental. Esto hoy se refleja, por ejemplo, en contratos de pagos por servicios ambientales a comunidades priorizadas por indicadores del SISBEN para la conservación del recurso hídrico en sus territorios, pero mirando a las hectáreas que corresponden a títulos mineros en exploración y, en explotación, queda claro que es más lo que se explota que lo que se conserva, y que mientras se pagan incentivos de pocos millones a una franja de población vulnerable, se permite a grandes industrias contaminar y comprometer la integridad del recurso hídrico.

 

Las políticas que se refieren a la gestión ambiental tienen que invo- lucrar y responder a las exigencias de la vida social; estas políticas deben ser coordinadas con la estrategia económica propuesta por los gobiernos y ser vinculantes, no solamente a nivel de educación ambiental y, de incentivos mínimos para la población, sino que han de ser efectivas para las grandes industrias nacionales y extranjeras, y debe ser imperativo de todos los gobiernos, a nivel del consejo integral de los ministros, buscar la conservación ambiental, la reforestación, la protección de las fuentes y cursos de agua, y responder entonces a los intereses de los varios actores sociales, en primer lugar, de la población.

BIBLIOGRAFIA:
•B. Orlove, S. C. Caton, 2010, en Annual Review of Anthropology, 39:401–15, Water Sustainability: Anthropological Approaches and Prospects.

•Ruiz, T. y Febles, G. Instituto de Ciencia Animal, La Habana, Cuba, descargado de: https://www.theeconomyjournal.com/texto-diario/mostrar/591365/desertificacion-sequia- mundo

•Horsthemke Kai, 2009, en Online Submission, US-China Education Review v6 n10 p22-31, Learning for the Natural Environment: The Case against Anthropocentrism

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